Un cara nueva desconocida, un cuerpo que arde y centellea de desesperación, un asomo de tristeza y un destello de personalidad, triste descripción de la vida azarosa y mugrienta que viaja en trenes sin paradas, atrapados entre las vias y con tenebrosos guiños a la conformidad, un sueño, mientras casi sin darme cuenta despertaba de mi aletargado viaje de compromiso social o escolar de cada mañana, esta vez en un vagón que rebosaba de gente y de soledad, mientras fuera, la noche y las farolas seguian conformando el paisaje urbano que yo dominaba y modificaba a mi antojo en mis fueros internos, como si de una ópera barroca se tratase, en medio de la noche me imaginaba situándome en una de esas calles estrechas, de reyertas contínuas, bajo esos portones de mala vida, en el que, ansioso y encelado, me habia citado con la pálida Noche, estando más muerto que vivo, sin imaginarme que fruto de esas correrias noctúrnas mi cita de esa noche sería con la muerte y no con el olvido. Y asi fue y tan llena de besos fue la escena, que por cursi la despojaron de sus atributos en la ópera y la llenaron de agravios falaces e hipócritas. Mientras a la salida del teatro, temblaban las luces que alumbraban las manos, que, soñolientas, poco a poco tomaban las medidas de los recovecos más sórdidos del amante confiado esperando correspondencia nocturna del Letargo, ese que nunca ha renunciado a buscar en unos labios abiertos, que buscaba la inmortalidad en los corazones susurrantes de las chicas malas por los arrabales del Principe Pio madrileño y en sus elípticas curvas orbitar por siempre embebido, dedicando, cómo no, algo de tiempo, a jugar las damas como un caballero en Kapital, llenar su copa en Pachá y luego de traje y a punto de nieve volver a las andadas en las carreteras que le llevan al olvido, haciendo parada en el Miami para tomarse la copa del amor y fumarse el puro de la victoria, camino al Zielo, al tiempo que la pitonisa le provee de imaginacion por un rato y jeringuilla de regalo, como especifica en la oferta del papel colgado en la puerta del local.
A la salida del complejo una mirada gemela perdida, casi progenitora, se cruza con él, en brazos de un bello moldavo de ojos felinos, vigoréxico y bisexual - recuerdo haberlo visto alguna vez con uno de esos gordos babosos de las mafias rusas y eso quiza le hace descender unos cuantos puntos en mi escala- es una profesora de Fillosofía recuerdo haberla visto merodeando en los pasillos de vez en cuando, como quien busca las gafas y no ve nada.
De vuelta a casa, el tiempo de una ducha y un par de Red Bull´s arreglan como pueden el estropicio, pasa de todo y vuelve a su cita cotidiana con la muerte. Donde se reencuentra con su alma rejuvenecida, que le recuerda, ni falta que hace, que hay besos de esos, que te los dan, y resucitan a un muerto... ¡¡y tanto que lo hacen!! ¡¡Ay, Sabina!!
¿Realmente era tan importante el concepto de belleza objetiva en la antigua Grecia? -llega un voz aterciopelada desde la cuarta fila - levanta la mirada y suspira, quiere hacer caso al corazón pero una vez mas la sinrazón le impide gritar, salir corriendo y volver a mirar a los ojos del Letargo, que yace dormido en una esquina de la clase, en el mundo de los sueños, ese maravilloso esquema del deseo.
Ya sabeis: el que quiera entender que entienda. Con dobles triples e infinitos sentidos que os hagan perder el sentido!! A ver si este texto os da la inspiración necesaria esta noche para volver acompañado por una belleza estratosférica a casa y salir con ella volando a su morada amosférica más cerca de los sueños...y del Olvido. ¡¡El universo proveerá!! Buenas noches y suerte, Ladies and Sirs.
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